jueves, 26 de junio de 2008

Mayo del 68, crónica de una rebeldía efímera (I)

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Hace algunos meses escribí un post titulado "El izquierdismo posmoderno" en el cual intentaba caracterizar brevemente a la gran mayoría de los individuos, normalmente jóvenes, que conforman las corrientes radicales. Pese a describirlos, opino, justamente, creo que se me escapó gran parte de su esencia más allá de su proceso “rebeldía-derrota” y la mercantilización gangrenosa a la que se ven expuestos. Tampoco intenté establecer una anulación de dicho movimiento de manera constructiva con la pretensión que estos migraran a posiciones verdaderamente revolucionarias.

En esta entrada intentaré perfilar más el izquierdismo posmoderno, los movimientos contraculturales, altermundistas y demás flora y fauna. Me valdré para esto de lo que considero que es a grosso modo el pistoletazo de salida a su hegemonización en las corrientes de izquierda, el mayo del 68 francés que cumplió hace poco 40 años, sé que llego tarde a celebrarlo pero es que sinceramente, como veremos, hay poco que celebrar.

Todo empezó por el épico motivo de la prohibición explícita impuesta a los estudiantes de sexo masculina de entrar en la residencia de las estudiantes de sexo femenino. En efecto, probablemente, la mecha se encendió por el fogoso ardor interior de una mal llevada la frustración sexual derivada de esta conservadora segregación o, incluso, algunos comentan, que fue por el hecho de que la única residencia con televisión (para ver un importante partido de fútbol) estaba en la residencia femenina.

Puede que se diga que las manifestaciones fueron iniciadas por motivos sonrojantes y banales sobretodo si eran comparadas con los acontecimientos de Vietnam, de Cuba o la olvidada Comuna de París pero la burguesía sabe bien que celebrar.

Las primeras escaramuzas entre nuestros estudiantes, héroes revolucionarios, lanza en ristre, y la represora policía se saldaron con detenciones y heridos, con esto y el aburrimiento, brotó una extraña efervescencia que hizo que a los pocos días más estudiantes y segmentos de la población incluidas las clases proletarias populares (con su ya decadente partido de vanguardia, el PCF) se revelaran abiertamente contra el sistema. La palabra revolución estuvo de nuevo en las calles, se repetía en los diversos debates esporádicos, en las asambleas del sindicato de estudiantes; las paredes se llenaron de eslóganes bellos, épicos pero increíblemente estúpidos y utópicos (reflejo de la vacuidad ideológica del movimiento).

Así fue, medio Paris, la ciudad de la vanguardia intelectual, estaba en la calle, liderado por los estudiantes, luchando contra todo; contra todo y contra nada.

Y es que la revolución se fue tan extrañamente como vino y, lo más importante, se fue sin dejar a cambio ningún avance político destacable; si bien es cierto que hubo políticas progresistas y ciertas conquistas sociales no fueron más destacables que las perpetradas en otros países primermundistas donde no pasó el que durante 3 días los estudiantes quisieran cambiar el mundo.

Y el mundo no cambió, lo que cambió fue la izquierda impresionada por este nuevo tipo de rebeldía que pasaría al poco tiempo a ser su paradigma, fíjense que la derecha dejó de llamarlos rojos para pasar a llamarlos progres, el marxismo perdió presencia y muchos lo dieron por muerto, llegó la hegemonía del posmodernismo, y con él, el posmarxismo que lejos de cristalizar una continuidad, nada tiene que ver con su predecesor.

Y aquí tengo que romper una lanza a favor de esta rebelión, mientras Castro en Cuba cometía el casi imperdonable error de perseguir a homosexuales, en la izquierda se formó la consciencia de apoyarlos, hizo suya, así como la de otras minorías, su lucha.

También dejó otras consecuencias, entre ellas que la juventud pasó a ser considerada menos una etapa de maduración mental y orgánica que una identidad basada, sobretodo, en una rebeldía, mejor deslocalizada, que por exigencias de guión, tenía que ser inexorablemente efímera.

jueves, 12 de junio de 2008

Mi visión del "ecosocialismo"

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El término ecosocialismo está manchado por el revisionismo y la pusilánime política de los partidos verdes llenos de los males citados en anteriores entradas. Por tanto, me gustaría abandonar formalmente el término ecocapitalismo ya que entiendo que el marxismo, ya de por sí, puede dar, en su lógica, salidas viables a los problemas ecológicos

Marx, como tantos otros pensadores de su época, y como toda la santa mayoría de almas pre1970, no llegó a plantearse los problemas del hombre con su entorno ecológico más allá de la concepción del “hombre a merced de la naturaleza” y poco llegó a plantearse los problemas que acarrearían el “la naturaleza a merced del hombre” aunque alguna reflexión puramente especulativa encierra su obra.

Sin embargo, y aquí se demuestra como el materialismo histórico es una ciencia viva, podemos esbozar muy parcamente que el socialismo, en tanto creación dialéctica de una sociedad a la medida del hombre, hecha por y para éste, tiene una serie de ventajas objetivas por su carácter de centralización y planificación racional de la economía, racionalidad que se cristalizaría en procesos de producción, lógicamente, ecorespetuosos.


Si en el capitalismo teníamos que el hombre no controla ni su producción ni el producto de su trabajo, si hasta el mismo capitalista (dueño del sistema, tanto estructural como superestructural) no es más que un mero esclavo (bajo pena de dejar su categoría económica burguesa si no acepta tal yugo) de las demandas de la fría “lógica” acumulativa del capital y de sus características nihilistas, mercantilizantes, irracionales y antisociales, en el socialismo el hombre inicia el camino social de la desaparición de las clases y de la alienación.

Sería lógico que, sin llegar a describir las medidas concretas que se deberán aplicar (lo que nos haría retroceder hacia el utopismo ramplón y de esencia reaccionaria), se entendiera rápidamente que una de las maneras que tendría el hombre de cuidarse a sí mismo sería cuidar de su entorno. Se generaría dialécticamente una consciencia esencialmente ecogoista que nos permitiría afrontar la constricción ecológica más exitosamente que con el capitalismo.

Más allá de eso, se me antojan diversas preguntas que tendrán que no está en mi mano responder con petulante certeza ahora, una de ellas estaría encuadrada en la legitimidad de las teorías sobre el desarrollo, en si el crecimiento de las fuerzas productivas seguirá adelante o no. De primeras, respondería que sí, éstas se desarrollarían en la búsqueda de nuevas fuentes de energía, así como el desarrollo de procesos productivos ecoeficientes, mejoras sanitarias, educativas, materiales, innovación intelectual, artística, etc. También se tendrá que plantear, a largo plazo, la búsqueda de riquezas extraplanetarias y la colonización de otros planetas, dejemos aquí el tema pues entra ya menos en el campo del materialismo histórico que en el de la ciencia ficción.


En este sentido, se debería frenar el malsano consumismo sin llegar a concebir el socialismo como un estado racional pero indudablemente utópico que se caracterizaría por una autoimpuesta y triste austeridad de exigua riqueza material; nada más lejos de la realidad puesto que una de las condiciones prácticamente ineludibles del socialismo es que tendrá que proporcionar, respecto al capitalismo, una mayor riqueza, tanto material como “espiritual”, al hombre.

En este marco que, como vemos, es muy abierto, se podrán plantear debates en el seno de la sociedad que abarquen, por ejemplo, la superación de un principio ecogoista con perspectivas a una posible aceptación de corrientes afines al veganismo siempre que estén basadas y planteadas desde un punto de vista científico.

Aún en el caso hipotético de no encontrar una salida viable a la constricción ecológica, si ésta parece frenar necesariamente el desarrollo humano, se podrá plantear la disminución drástica de las fuerzas productivas, haciendo una lógica síntesis con las tesis de Lafarge que recomiendan pocas horas de trabajo con un consumo de productos materiales pobre pero con una vida dedicado al “reino de la libertad”, el ocio tanto perezoso como intelectual.

En éste y otros aspectos, el debate queda abierto.

miércoles, 4 de junio de 2008

El manifiesto comunista en dibujos (subtitulado)

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Todo un clásico de la filosofía de tono épico, a la par de ser la médula espinal del pensamiento comunista.

No expone la totalidad del tratado pero sí la parte más importante de éste.