sábado, 18 de octubre de 2008

Libertad y cambio social

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En anteriores entradas hablábamos acerca de la libertad, ambiguo término. Descartábamos aquella teoría indeterminista sobre el libre albedrío, desarrollada por la escolástica “intelectualidad” cristiana de la cual diferentes liberaduchos son manifiestos herederos.


Defendí que uno de los prismas más rigurosos que configuran el concepto libertad es el margen de actuación individual determinado por la base biológica del ser humano más sus circunstancias, éstas últimas determinadas mayoritariamente, a su vez, por la sociedad.


Pongamos que mañana el desarrollo de los acontecimientos históricos demanda un cambio social, así que se produce, de manera más o menos limpia, una substitución real de unas relaciones de producción por otras. Es de destacar que, pese a sucederse una transformación de la estructura económica social, al día siguiente de una revolución se tiene a unas personas que, por muy revolucionarias que sean, siguen teniendo inculcada la mentalidad de la sociedad enterrada. La superestructura paraestatal migra más lentamente y, aunque, en última instancia, las relaciones productivas estructurales determinen la conducta humana, no habría que mostrarse pasivo ante este proceso, esperando que se reproduzca por su espontaneidad endógena.


En realidad ser un pasivo derechista es negar la mayor parte de dicha espontaneidad endógena. O dicho de otra manera, la espontaneidad y la determinación no implican la pasividad humana.


En vista de lo que acabamos de reflexionar, deberíamos de modular nuestros márgenes de actuación según lo que exija el nuevo modo de producción y para ello deberíamos recurrir además a medidas no inmediatamente económicas.


La sociedad tiene, fundamentalmente, dos maneras “extraeconómicas” de modular dicho margen de actuación en sus miembros: la coacción o la pedagogía.


La coacción (violenta, amedrentadora) es el método más burdo y primitivo. Su capacidad de modular el margen de acción del individuo es, en el marco del mantenimiento de una sociedad dada, limitada ya que el individuo, probablemente, no percibirá esa modulación de su margen de acción como algo deseable, verá su “libertad” subjetivamente negada. Sin embargo, es el método más recurrido en las sociedades que están naciendo o muriendo. Es peaje ineludible de todo modo de producción que ha de nacer y el último recurso de los beneficiarios y seguidores de un modo de producción que tienen que verse superado.



La inculcación, en cambio, es un método pedagógico efectivo, deseable y sofisticado. Una óptima inculcación es de costosa forja y tan solo está presente en sociedades maduras. Cuando ésta se aplica correctamente, es capaz de modular y establecer un comportamiento social concreto de una manera, para la gran mayoría de individuos, no desagradable, es decir, sin que las personas dejen de sentirse subjetivamente libres.



Las estrategias para generar dicha inculcación (en el sentido más puramente pedagógico) de la manera más efectiva y rápida, cosa que sería muy deseable, es algo de lo cual valdría la pena reflexionar.


Tampoco hay que olvidar de la importancia de la generación de un hombre no solamente nuevo en el sentido de "bien adaptado a un nuevo modo de producción", sino que también deberíamos promocinoar un hombre nuevo cuyo objetivo sería ser más rico, menos alienado, más crítico, desarrollado, completo y pluripotencial.