Queridos lectores, empezado este proyecto, un blog cuyo nombre sugiere poco y dice menos, e iniciada la reflexión HC de mi alterfaceta coepistemofílica políglota esquizofrenica asimétrica Gabimen, me gustaría regalar a mis queridísimos lectores otra ración de bazofia Made in Retrasado.
Sin embargo, pese a lo mucho que me duele en el alma, de momento no os puedo regalar con nada creativamente fresco, me limitaré, si me disculpan, a colgar, tan solo, una pequeña reseña de un libro, que leí hará unos 9 meses, a la cual le dediqué no poco esfuerzo. Dicha reseña, se limita a resumir y explicar el resumen y la explicación que Eagleton hace de múltiples autores que resumen y explican sobre la cuestión de la ideología.
Es basura de la buena, que la disfruten, con pinceladas de reflexiones propias hoigan:
“Ideología: Una Introducción” de TERRY EAGLETON
Terry Eagleton es crítico literario, profesor, investigador cultural y uno de los ensayistas más influyentes en la actualidad. Comentaré uno de sus trabajos, “Ideología: una introducción”. En este libro, Eagleton pretende recorrer las diferentes concepciones que se tienen del esquivo y complejo concepto de ideología y viajar a través de diferentes pensadores y corrientes filosóficas poniendo especial énfasis en los autores marxistas.
Para agravar aún más la dificultad del término, la ideología posee dos vertientes diferenciadas: una tiene unos matices más epistemológicos (la lente de color que deforma nuestra concepción del mundo, la desfiguración de la realidad o la falsa consciencia), la otra tiene unos derroteros más activos y políticos (la función de las ideas en la sociedad).
A la ideología se la encasilla como la deformación de la realidad. En una discusión, es siempre aquello que tiene el otro. Señor, creo que tiene un esquema dogmático que le hace ciego y cabezota, no vale la pena discutir con usted. En realidad, la ideología es pecado de todos, nos sirve para entender el mundo y, pese a que es un esquema ilusorio, la ideología encierra mucha verdad. Si las ideologías fueran absurdas, nadie las seguiría, sería muy fácil rasgar el velo y desmoronar la estructura que las mantiene, no nos serviría como puente simplificador a una realidad que se nos presenta compleja.
Hay una idea que ronda en la cabeza de muchos autores, ésta es la concepción de que la ideología ha muerto. Los posmodernistas nos han venido anunciando éste y otros y variados dudosos “Apocalipsis”. Sin embargo, Eagleton expone un buen argumento para sustentarse en tal afirmación, es el hecho de que el capitalismo moderno parece perpetuarse así mismo más por la destrucción de los significados que por el cultivo de éstos. Es decir, parece que al sistema ya no le importa si crees en él y que subsite, tan solo, mediante la inercia de sus procedimientos tecnocráctios complejos. Ya no forma activamente a conformistas “inteligentes” capaces de defender argumentalmente porque éste es, al menos, el mejor sistema posible sistemas dentro de lo que cabe. Ejemplos de las formas más visibles de la destrucción de los significados del capitalismo avanzado es el consumismo descerebrado, la vacía cultura de masas, puramente mercantilizada, o la ultrareificación producida por los juegos online o mundos permanentes (fenómeno muy reciente que urge analizar). Pero maticemos, en el capitalismo avanzado, se perpetúan aún formas ideológicas como la religión, el nacionalismo o de gente que, cuando se critica el capitalismo, salta como un resorte. Esa dualidad, entre ideológica y nihilista, es la que más se adapta a lo existente, las dos piernas que utiliza el sistema para seguir avanzando.
Como bien señala Eagleton, la mayoría de ideologías son unificadoras (que no homogéneas), orientadas a la acción, racionalizadoras (sin llegar al autoengaño), legitimadoras, universalizadoras (eternización) y naturalizadoras (deshistorizantes). Pero repasemos, con Eagleton de la mano, cual ha sido la concepción de este problemático concepto a lo largo de su viaje por diferentes autores marxistas y no-marxistas.
Karl Marx, padre teórico del socialismo científico y del comunismo, concibe la ideología como parte de la alienación. La alienación, celebrísimo concepto, es el fenómeno por el cual los productos de las actividades humanas escapan del control del hombre y determinan sus condiciones de vida. Si nos adentramos profundamente en la obra de Marx, observamos como se perfila una evolución en el autor, podemos diferenciar a un Marx joven o humanista del Marx adulto o científico, el rasgo disruptor y el nexo entre de estos dos Marxs sería el libro “Marx nos dice que las ideas provienen del mundo material, dándole la vuelta al esquema hegeliano, donde las ideas determinan lo material, pero nos advierte que las ideas no son capaces de cambiar el mundo por si solas, creer que tienen esa capacidad es parte de alienación. La ideología sería las ideas ilusorias producto de un orden social específico, siendo la ideología dominante de una época dada la ideología de la clase dominante en esa misma época. Marx nos insta a que analicemos la realidad fiel a la actividad social y actuemos en consecuencia; fusionar el análisis con la consecuente acción, lo llamó praxis. Pero, ¿a caso no cae en el mismo error que los ideólogos, si toda consciencia es ilusoria? ¿No lo será también el marxismo y el camino señalado por Marx? Un muy agudo Eagleton nos plantea esta pregunta cerrando una comparación redonda con Tracy y sus compañeros.
En el prólogo de “
En “El Capital”, a parte de diseccionar finamente el capitalismo, el Marx adulto vuelve a reformular el concepto de ideología. La ideología sería, esta vez, el reflejo mental de la inversión que produce la alienación (la mercancía pasa a tiranizar la vida del hombre). La ideología estaría aquí ligada a la estructura capitalista más que a la superestructura. Para desentrañar la verdad de las relaciones de producción capitalistas que se nos muestran opacas, hace falta un trabajo científico puesto que esencia y apariencia no coinciden.
A partir de Marx, surgen diferentes corrientes más fieles o más revisionistas del original. Una de las corrientes que encierran un notable interés es la corriente historicista. El historicismo considera que el mundo es el producto de un devenir histórico y que toda verdad es relativa a la coyuntura histórica dada. George Lukács, uno de los historicistas más destacados, en su libro “Historia y consciencia de clase” expone que la ideología es la consciencia del proletariado o la teoría marxista. En su esquema, Lukács sustituye al Espíritu por el proletariado en el esquema hegeliano. El proletariado aspira a cambiar el capitalismo puesto que es un sistema que no le es deseable pero, para poder cambiarlo, debe conocerlo. Mediante el conocimiento del capitalismo, el proletariado también se conoce así mismo ya que no es más que una mercancía más del capitalismo. Mediante el conocimiento y autoconocimiento, llega a formas de consciencia para cambiarse a si mismo y al sistema. La burguesía, en todo esto, debido a su situación en la cadena de producción, está condenada a tener una visión parcial; es incapaz de percibir la realidad como una totalidad. El proletariado, debido a su situación en la cadena productiva y a su motivación, hace que su conocimiento trascienda a la relatividad de la situación histórica dada y se torne completo, el proletariado se convierte en la clase universal.Un concepto, expuesto por Lukács, de especial interés es la reificación. La reificación es un tipo de alienación que consiste en la alineación particular en el modo de producción capitalista. La reificación es la deshumanización de la experiencia humana, la ontología sesgada. Al atomizarse el trabajo en una larga lista de ultraespecializaciones, el ser humano no reconoce la sociedad como el fruto de su propia mano y se ve incapaz de cambiarla. El proletariado observa la sociedad, fruto de sus esfuerzos, raptada y deformada e intenta recuperarla mediante la acción política. A través del autoconocimiento, de una manera dinámica, el proletariado se cambia a sí mismo y a la sociedad ya que conocer algo es cambiarlo. Lukács llega a una interesante conclusión, conocer es una práctica revolucionaria de por sí.
Hay un problema, Lukács percibe las clases como un todo coherente cuando, en realidad, son cuerpos complejos y heterogéneos. Ve a la ideología como la consciencia pura de una clase cuando las ideologías operan en relación a una “contra”, es decir, una ideología antagónica con la cual establece un diálogo. Lukács, idealista ad nauseam, dice que si el proletariado está contaminado con la ideología dominante o burguesa no es proletariado en sí, tan solo es una mercancía más del capitalismo, llegará a ser clase en sí cuando se vuelva proletariado consciente.
Otro marxista historicista destacable es Antonio Gramsci, el cual no trabaja el concepto ideología, sin embargo, despliega uno íntimamente ligado a él, la hegemonía. La hegemonía, para este filósofo, es el modo por el cual el opresor hace que el oprimido consienta su dominación y situación socio-económica sin coacción alguna. La hegemonía se consigue mediante estrategias tales como las mejoras salariales, los discursos políticos, la estratificación socio-económica del proletariado para fomentar el arribismo dentro de la clase o la instauración de sistemas de democracia de “baja intensidad” como son las formas de bipartidismo o de democracia liberal existentes hoy en día en los países occidentales. El Estado se muestra como un órgano neutral dentro de la lucha de clases, pareciendo el órgano de violencia legítima en vez de un instrumento de opresión de una clase sobre la otra. La clase dominante se hace querer e intenta convencer de que el sistema actual es el mejor sistema posible no sólo para el opresor si no también para el oprimido. Nunca coaccionará violentamente al oprimido a no ser que sea estrictamente necesario ya que, si no, peligraría la hegemonía que tan finamente ha urdido. A medida que se desarrollan los medios de producción, también se fabrica una mejor y más efectiva hegemonía, por tanto, es cada vez más difícil deshacerse de las formas de dominación burguesas hegemónicas. Teniendo en cuenta que el socialismo, para funcionar, necesita un desarrollo considerable de los medios de producción: en un capitalismo joven, es más fácil iniciar la revolución pero más difícil construir el socialismo, mientras que en un capitalismo maduro es más difícil iniciar la revolución pero mucho más fácil continuarla.
El proletariado tiene una concepción del mundo y un “sentido común” que es un popurrí entre la hegemonía inculcada por la clase dominante y experiencias cosechadas por él mismo. Por tanto, para acometer una lucha revolucionaria exitosa, primero se debe atacar la falsa consciencia inculcada, si no sencillamente no se iniciará dicha lucha. Para luchar contra la hegemonía burguesa, hay que forjar una contrahegemonía y discernir entre los elementos progresistas de los elementos reaccionarios dentro de la consciencia del pueblo, separar la grana del oro. Esta labor la debe llevar a cabo un cierto tipo de intelectual, el intelectual orgánico. Ya que todos somos seres con intelecto, todos seríamos intelectuales, sin embargo, muy pocos hacen la función social de intelectual, aquellos que ejercen socialmente de intelectuales son los intelectuales orgánicos.
Dentro de la corriente marxista, se puede destacar a la llamada “Escuela de Frankfurt”. La “Escuela de Frankfurt” es un grupo de filósofos, sociólogos, psicólogos y economistas marxistas que intentaron e intentan renovar y poner al día la teoría marxista. Theodor Adorno es uno de sus mayores exponentes. Adorno creía que la ideología se podía comparar con la abstracción homogenizadora que se produce en el valor de uso una vez introducido el dinero en el intercambio mercantil. La ideología sería aquí la homogenización de un mundo que en realidad es heterogéneo. El socialismo, dentro de esta concepción, sería el llegar a la reconciliación de un mundo de diferencias, la liberación de la diversidad del valor de uso. Jurgen Habermas, discípulo de Adorno y miembro de la escuela de Frankfurt, siguiendo a su maestro, desarrolla una concepción de Ideología más centrada en el lenguaje. La ideología sería, para él, la forma de comunicación distorsionada sistemáticamente por el poder. Lo contrario a ella sería la crítica emancipatoria que se alcanza superando los límites del dialecto común. Dicha crítica emancipatoria se consigue mediante métodos psicoanalíticos.
Otro marxista destacadísimo es Louis Althusser. Althusser, filósofo marxista francés, era antihumanista (ya que no creía en una esencia humana) y antihistoricista (ya que no creía que el conocimiento sea histórico). Desecha el concepto de reificación porque presuponía una esencia humana; para él, el marxismo era un antihumanismo teórico, era, ante todo, una ciencia, el materialismo histórico. Althusser parte el conocimiento, de una manera un tanto burda, entre aquello que es ideológico y aquello que es científico. Lo científico, en lo cual engloba a la teoría marxista, es un sistema de búsqueda y la clasificación de datos basado en un esquema ensayo-error. Lo ideológico (o pre-científico) no es epistemológico y no se puede valorar como erróneo o verdadero sino que tiene más que ver con nuestras relaciones emocionales y afectivas con el mundo. Toda acción sería ideológica ya que se necesita un todo coherente e ilusorio para actuar, una imagen centrada en nosotros del mundo. Althuser define la ideología –influenciado por Lácan- como las relaciones imaginarias de los individuos con sus condiciones reales de existencia. Esta concepción, pese a brillante, peca de demasiado monista.Si muriéramos hoy mismo, el mundo no se daría cuenta ya que la realidad está descentrada respecto a nosotros como individuos. Asumir y tener presente esta verdad como una casa sería demasiado deprimente, por tanto, la ideología es el mecanismo por el cual vemos la existencia como algo orientado hacia nosotros, nos da “ser” y trascendencia. Esta ideología centrada en el yo, incluye también al Sujeto. El Sujeto es el conjunto de significantes que nos mantienen en nuestro lugar, una especie de Superyó freudiano. En este esquema, la libertad sería aquel estado en el cual aceptamos los imperativos del Sujeto y actuamos por nosotros mismos sin coerción o, dicho de otra manera, es el autoencarcelamiento.
Desde un punto de vista social, la ideología sería el cemento que une la sociedad. Con ella, cada uno asume sus puestos sin rechistar demasiado. Esto se daría en una sociedad esclavista, primitiva, feudal, capitalista o (¡Oh, horror!) en una sociedad comunista. La ideología sería necesaria también en sociedades postclasistas y postexplotación ya que desempeña una importante función sociológica. La ideología es también un mapa social simplificador que será siempre necesario ya que los procesos sociales son demasiado complejos debido a su atomización.
Eagleton no se priva de mostrarnos concepciones de ideología de autores no marxistas. Repasemos rápidamente su exposición. Schopenhauer creía que el máximo regidor de nuestro ser era
Por último, Eagleton repasa la relación entre el lenguaje y la ideología. Expone que todo lenguaje es ideológico puesto que expresa intereses específicos. En un discurso, no es tan importante lo que se dice si no con que intención se dice, que intenta uno defender, que poder en pugna prueba de legitimar. Al contrario que Eagleton y otros autores, los posmarxistas niegan la relación entre los intereses socio-económicos y los discursos políticos. Paul Hisrt, Barry Hindess, Ernest Laclau y Chantal Mouffe (estos dos últimos matizan lo siguiente) engrosan las filas del movimiento posmarxista. Los posmarxistas creen que no existe relación alguna con las necesidades de diferentes estratos socio-económicos en la sociedad y lo político que, al parecer, cae del cielo. Pese a que es cierto que una mujer no tiene por que ser feminista, no se puede negar que no tiene interés objetivo en serlo. Si no fuera así, sería pura casualidad que la alta burguesía no sean los mayores defensores del socialismo o que los negros africanos no sean adscritos entusiastas del nazismo. Los posmarxistas, burdos reformistas, ponen énfasis en las luchas perieconómicas (antirracismo, feminismo, movimientos pro gay), dejando de lado las luchas económica (defensa de la clase trabajadora, socialismo, socialización de los medios de producción, etc). Estos revisionistas afirman también que, por ejemplo, la política da lugar a la economía y otros chistes de sobremesa. Uno se reiría si no fuera porque han influenciado ampliamente sobre socialdemócratas y socioliberales. El posmarxismo es, para resumir, uno de los síntomas de la actual y enfermiza crisis de la izquierda.
Como hemos podido observar a lo largo de este resumen sobre las concepciones de la ideología recolectadas por Eagleton, este concepto, dentro de la teoría marxista, suscita un debate apasionado e enriquecedor, confirmando al marxismo como un movimiento vivo y no como la pesada losa dogmática y anquilosante que algunos autores nos quieren mostrar.
Las dinámicas económicas del capitalismo, fueron definidas magistralmente por Marx en su obra. En ella, nos mostraba su naturaleza, su injusticia y, también, el porqué ese sistema es superable y con que sistema construir una sociedad nueva. Nadie ha podido refutarlo, al menos en lo teórico. Sin embargo, hay elementos de la teoría marxista, como la ideología, que están poco acabados. Esto, lejos de ser una brecha, es algo que fortalece el movimiento marxista (y comunista en general) ya que hace al marxismo más atrayente intelectualmente puesto que invita a que uno mismo, magna o humildemente, pueda contribuir.