Franco era la cabeza visible (que no ideológica) de la versión del fascismo español, el falangismo, al igual que el nazismo en Alemania, el fascismo original en Italia, los ustachá en Croacia, el proyecto de la tercera civilización helénica en Grecia, etc. Franco instauró, tras su victoria frente al poder republicano, un verdadero fascismo, más allá de los símbolos y gestos, de un corte personalista, ultranacionalista español y conservador católico. Hay que tener en cuenta que el fascismo aparece solamente cuando la plutocracia teme que el germen socialista esté listo para brotar, siendo su desesperada última bala.

Tras la muerte de este vil y mediocre autócrata llegó un periodo de incertidumbre, se inició un debate entre la reacción que cursó acerca de que si Franco había hecho bien su trabajo, si había establecido las bases superestructurales necesarias para instaurar una “democracia” liberal y que el pueblo no se les subiera a la chepa. Los más satisfechos con el adormecimiento, desconscienciación y anulación ideológica de las masas perpetrada por el franquismo formaron Alianza Popular que luego se reconfiguraría en el Partido Popular. De éste último solo hace falta decir que es más de lo mismo puesto al día, el partido de la burguesía españolista conservadora y neo-liberal, lacayos totales de los intereses del capital financiero castellano e internacional; los legítimos y más lógicos herederos políticos del generalisimo.
Los más reaccionarios y desconfiantes de la magna obra superestructural de Franco se rezagaron en una, a partir de entonces, marginada ultraderecha. Partidos de ayer y de hoy como Fuerza nueva o las tres o cuatro falanges escindidas. Todavía perduran hoy, enquistados hasta que les vuelvan a necesitar, en partidos como Plataforma por Catalunya, España 2000, Democracia Nacional, etc. con un mensaje velado, populista, incluso similar al de la izquierda y con un pilar fundamental: la vulgar y falaz criminalización de la inmigración.
Arrancando caretas
Pero la plutocracia dependía aún de un partido títere que le hiciera el balanceo virtual hacia la izquierda y el Partido Comunista de España, que había luchado valientemente contra el franquismo, aún no estaba anulado. Así que resucitaron el cadáver putrefacto del ya antes de esto enfermo y revisionista Partido Socialista Obrero Español a base de sucios talonarios con unas claras y evidentes condiciones.
El PSOE, después de que le atasen los hilos de marioneta, se dedicó a rizar el rizo, revisionar su revisionismo hasta el infinito, anulando y negando su herencia marxista, apostando por el socioliberalismo o socialdemocracia liberal, el posmarxismo, acabando, finalmente, como descarados siervos del capital con la capacidad de medirse sin rubor con la sin escrupulosidad de sus adversarios liberales clásicos pero con un leve brizna de toque social que olería, a partir de entonces, mal, al reaccionario clásico, y a puras rosas, al "progresista moderado", nuevo patrón que salió de debajo de las piedras. La observación nos dirá que el PSOE desde la instauración de la democracia liberal no ha hecho gala de una política convincentemente diferenciada de la lógica evolución postfranquista del PP. No hace falta repasar su posterior y penoso descenso (bajo tierra) ideológico que llamaría la atención ya que se dió en toda la, igualmente podrida, socialdemocracia europea, incluídos los laboristas, aglutinados en la segunda internacional, actualmente llamada internacional socialista.
Los grandes partidos que no la apoyaron, no hace falta decirlo, fueron unos oportunistas cuyo objeto era animar el teatrillo y por su apuesta táctica menos proamericana y más proalemana (esto es europeísta).
Pero las ingerencias externas directas fueron lo de menos, el PCE se pudría por dentro. Éste había empezado a degenerar ya en los 60 (abandono del riguroso centralismo democrático que no hizo de filtro a, hoy reconocidos reaccionarios, como Pio Mora, Sanchez Dragó o Josep Piqué, y inicio de la socialdemocratización, el amarillismo y la claudicación) y acabó por los suelos con el proyecto eurocomunista organizado estatalmente por Carrillo, personaje que a día de hoy la burguesía le homenajea con dádivas y honores varios tales como cenar con ellos y con reyes y élites políticas.
El PCE, situado actualmente en las mismas posiciones revisionistas (o puede que más a la derecha) del PSOE cuando se escindió de éste, tiene el dudoso honor de tener una o dos revisiones menos de las tropecientas que atesora el presente PSOE. Con ellos, cayó también Comisiones Obreras (que pasó a equipararse con el nivelazo sindical de UGT), los espectaculares movimientos vecinales, etc., en resumen, Carrillo, por lo dicho, es considerado una figura heroica de la transición a la “democracia” y los que han ocupado su cargo han seguido honrosamente su ejemplo socialdemócrata claudicador y anulador de todo lo bueno de la tradición marxista, posando, de cara el público, como la evolución lógica de ésta.
Para rematar esto, solo hizo falta llenar y coalicionar el partido con hippies abraza árboles, ecosocialistas (mejor dicho ecocapitalistas), progremierdas, socialchovinistas, liberalfeministas, socialpacifistas y demás flora y fauna descaradamente descaradamente descaradamente descaradamente super rebeldeguay desacaradamente valientes, justos y lógicos, economicistas antirevolucionarios clásicos y voluntaristas de 3 días inconsecuentes de porros, bares, camisetas del Ché, conciertos y de revoluciones que son una fiesta; ya se tenía otro actor muy convincente, por lo posmodernista, pese a su papel menor, Izquierda Unida.
Muy bien montado, su sistema, señores plutócratas...
Claro que Zp es todo talante, guiños, sonrisas, simpatías y promesas, pero reconozcan que en lo económico es similar al PP, esto es liberal (for dummies: de DERECHAS), hasta su política perieconómica "progresista", en principio su gran baza, es mediocre (aunque, se ha de reconocer, que “amable”): tres o cuatro reformas destensantes con un objetivo conservador de las relaciones productivas dadas, proyectos sociales sin fondos, apoyos internacionales diferencidos (con fines igualmente imperialistas) y electoralismo del barato; no hay voto útil en malgastar inútilmente la papeleta en el PSOE, no ha peor basura que la socialdemocracia porque por lo menos sabes a que atenerte con los (neo)liberales.
Sin embargo hay un discurso psoeísta que contiene parte de verdad. Éste es que si no les votan a ellos, la derecha vuelve y esto es algo que han comprendido los dos partidos mayoritarios: mientras que el votante de izquierda zigzaguea entre el desencanto y el voto al "mal menor", el votante de derechas siempre suele acudir a las urnas (aunque me he topado con algunos liberales y conservadores desencantados ¡¡¡¿??¿?¿?!!!). Por tanto, el PP ha intentado en esta campaña desmotivar al potencial votante con tendencia a la izquierda abstracta mediante la crispación y a la, a veces, justa denuncia al pusilánime govierno de Zp. El PSOE, en canvio, está intentando apoyarse en su única baza: los socialistas puede que seamos malos de cojones (y de necio optimismo), vale, pero es que los otros ¡son peores! Cuando hay absentismo gana el PP, lo que el desenfocado discurso popular llama "que, si no votas, el voto va al PP"; pero vuelvo a repetir "no hay voto útil en malgastar inútilmente la papeleta en el PSOE, no ha peor basura que la socialdemocracia (actualmente liberal, ergo ¡peor!) porque por lo menos sabes a que atenerte con los (neo)liberales". Es cierto que hay males y MALES pero pegarse a este argumento es enquilosarse en el derrostismo al que la burguesía nos quiere amarrar.
¿Para qué sirve un balanceo pendular hacia la izquierda sino para volver siempre a la derecha?
Cuando la derecha hace lo suyo y la (falsa) izquierda, decepcionantemente, no produce una alternativa el estancamiento es obvio y el vodevil entretenido.
No les digo que no vayan a votar pero no quiero que nadie se haga ilusiones, no hay cambio posible en pro a la clase trabajadora por la vía electoral.
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